Situación jurídico-social del adolescente infractor en la escena del delito en el distrito Judicial de Chincha: 2012-2016
Resumen
La violencia social tiende a constituirse en la llamada presión de distintas índoles, sean esta, entre otras, de naturaleza física, biológica, sociológica, moral, espiritual y jurídica, que ejercita determinada persona o grupos de individuos sobre otros seres humanos o un estamento social, donde precisamente esta presión tiende a disminuir o anular el potencial de la realización colectiva e individual. De todas estas índoles precitadas, la más significativa e importante está concentrada –según afirman los especialistas-, en la vertiente sociológica, que la ubica como una conducta humana, que en la práctica es expresada al interior de las relaciones socioculturales.
Por consiguiente, la violencia en las distintas sociedades de manera general, y en la nuestra en forma particular, es, entre otros aspectos la utilización de la fuerza bruta o simple por un grupo de individuos jóvenes adolescentes, como es el caso que se viene suscitándose en el Distrito Judicial de Chincha y alrededores. Este grupo, en su inicio constituía como una simple ´reunión´ de entusiastas adolescentes; sin embargo, en el proceso de convivencia entre estas personas, fueron acrecentándose lentamente con el propósito de poderse establecer e institucionalizar, para que el grupo o personas incorporadas realicen acciones ilícitas. Esta situación implica, entre otras situaciones, que la violencia en la sociedad, por lo tanto tiende a ser producida y soportada por los seres humanos de este espacio físico, esto es una organización social determinada; pero que por infortunio, tiene la tendencia de hacerse extensivo a otros espacios: hay que tratar de evitar. Además, es de señalar, que todo acto de violencia tiende desconocer los derechos humanos de todas las personas e implica una actitud de la existencia de desdén y la falta de afecto cristiano, revela incomprensión de los valores personales del prójimo y el desinterés en sus condiciones vitales y afectivas.
Por consiguiente, estamos ante los desafectos de quienes las sufren o padecen, porque la violencia callejera incitada por jóvenes infractores, es también deshumanizante, pues tiende a afectar su dignidad e inhibe su desarrollo, con tendencia a provocar en la persona, su familia, centro laboral, educativo y sociocultural, daños físicos y psicológicos, que en mayoría de casos son irreversibles, por la fuerza irreparable que ejerce. Por infortunio, la violencia está afectando a todos los segmentos y contrapone a los grupos socioeconómicos, que están presentes de todos los espacios físico-sociales. Siendo así, la violencia que se viene suscitando no discrimina la clase social, religión, raza, status económico-social, edad y género. Es expresada a través de la agresión física, psicológica, acciones negligentes, entre otras situaciones afines, que tienden a encerrar las múltiples
diversidades de modalidades. El accionar ilícito en el proceso de su desarrollo tiene consecuencias individuales, familiares y colectivas. Por infortunio, tiende a ser un proceso continuo, que está interconectado a la cultura y al contexto socioeconómico determinado. La violencia, se caracteriza por ser un sistema dinámico que se construye y se transforma,
obviamente –y como es real-, dentro de un contexto social, utilizando inclusive, sus propios y genuinos valores culturales.
Es además, inter-generacional, porque las heridas psicológico-físicas, entre otras se van trasmitiendo en el tiempo-espacio determinado, entre parientes, amigos, la vecindad, los extraños. Inclusive, en determinados casos muy frecuentes, tienden ya, a ser un estilo de vida, al tener que soportar con bastante frecuencia el desdén y el desorden callejero, entre otros daños
morales, que por infortunio nadie puede predecir el término. Es que, al margen de todo ello están, las distintas formas de comunicación e información, entre los jóvenes infractores y las personas afectadas. Inclusive, sus mismos captores que aprehenden a los supuestos responsables, no siempre dialogan con los capturados. (Sagasti y otros. 1999: 27-28)
De esta manera, entre otras situaciones, la violencia sociocultural está directamente vinculada con el proceso de conformación histórica de la sociedad en general y la nuestra en particular.
Obviamente, el grado de intensidad de la violencia, proviene de situaciones políticas, culturales, económicas, religiosas, raciales y socio-jurídicas. Son internalizadas como las situaciones injustas para la mayoría de la población iqueña, chinchana y alrededores. Son experimentadas, como las determinadas formas de violencia que la estructura ejerce, sobre el ser humano, la aceptación y donde el consenso sociocultural tienden a ser extremadamente precarios, por lo tanto estamos ante una sociedad -latinoamericana y peruana-, estructuralmente violenta.
Esta estructura violentista, es expresada, básicamente, en la violencia psicológica que vienen sufriendo las personas, al tener que soportar las agresiones, que operan sobre la mente o el alma. Los afectados señalan, entre otras situaciones, que tienen como consecuencia, la disminución de las potencialidades psicológico-mentales, suscitadas a través de los diversos
canales, que van desde la mentira, las diversas formas de adoctrinamiento, los llamados lavados de cerebro, la manipulación, la intimidación. En estos casos, sobre la vecindad de Chincha y alrededores, las amenazas callejeras son continuas y constantes; espacios físicos, donde los miembros de la policía, hacen poca gestión pública de disminución, menos aún de erradicación
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